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Copa América 2011

La refundación de la selección había tomado cuerpo. La semilla plantada por Óscar Washington Tabárez en 2006, que dio los primeros frutos en el Mundial de Sudáfrica 2010, promovía la reencarnación de la mejor expresión de la historia del fútbol uruguayo en un grupo de jugadores que, definitivamente, volvería a hacer latir a la Celeste en la elite.

Aquella transformación, que durante años había diseñado Tabárez en el anonimato y en la soledad del abandono que tantas veces el fútbol propone a sus protagonistas, había encontrado en el liderazgo anímico y portentoso de Diego Lugano, y el silencioso y futbolístico de Diego Forlán, los motores fuera de borda para generar una nueva época en la selección de la AUF.

Definitivamente el fuego estaba encendido nuevamente. 

Los jugadores de mil batallas llegaban con la piel curtida y el corazón caliente, y los juveniles que el proceso de selecciones había comenzado a moldear bajo el proyecto del entrenador celeste, prendían a partir del modelo de Forlán. 

Entre los que estaban a mitad de camino y los que ya estaban maduros, aparecían Muslera, Maxi Pereira, Lugano, Diego Pérez, Arévalo Ríos y Forlán con su Balón de Oro de Sudáfrica.

Además, Luis Suárez, recién desembarcado en Liverpool, reafirmaba a fuerza de goles su condición de figura internacional y en lo que poco después se transformaría, goleador histórico de la AUF. Edinson Cavani repetía las expresiones de sacrificio al servicio de la selección, como un año antes en el Mundial africano. Además de Sebastián Cáceres, Nicolás Lodeiro y Sebastián Coates.

 

La Copa América 2011 se desarrolló entre el 1° y 24 de julio en ocho ciudades argentinas (Buenos Aires, Córdoba, Jujuy, La Plata, Mendoza, Salta, San Juan y Santa Fe) y en un país en el que Uruguay escribió algunas de las mejores páginas de su historia. Esta vez no sería diferente. Estaría regado de sufrimiento, suspenso, emoción y, finalmente, firmado con la rúbrica de campeón, eliminando al anfitrión, la Argentina de Messi, y goleando en la final con una diferencia impropia para el último partido del torneo.

En aquella edición participaron Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay, Venezuela, Costa Rica y México. 

El grupo C, de los celestes, dejó los siguientes resultados: Uruguay 1-Perú 1, Chile 2-México 1; Uruguay 1-Chile 1, Perú 1-México 0; Uruguay 1-México 0 y Chile 1-Perú 0.

 

Cuartos de final: Perú 2-Colombia 0, Venezuela 2-Chile 1, Uruguay 1 (5)-Argentina 1 (4) y Paraguay 0 (2)-Brasil 0 (0). 

Semifinales: Uruguay 2-Perú 0, Paraguay 0 (5)-Venezuela 0 (3). 

Final: Uruguay 3-Paraguay 0.

 

Fue tan magnífica aquella actuación de Uruguay en el último partido del torneo el 24 de julio de 2011, que, al llegar al vestuario para el descanso del primer tiempo, cuando los celestes vencían 2-0 a Paraguay, apenas traspasaron la última puerta se encontraron con un Tabárez de gesto adusto y con la sorpresa de un rezongo inesperado. 

Después lo explicaría, pero en el momento, cuando los jugadores iban llegando eufóricos al vestuario y empezaron a recibir expresiones sorpresivamente severas del entrenador, no daban crédito a lo que escuchaban. Sin embargo, atendían y obedecían. Una vez más, el entrenador estaba visualizando lo que el resto podría llegar a ignorar.

El rezongo, a simple vista parecía fuera de lugar por lo que sucedía en la cancha, tenía una sola finalidad: evitar las desatenciones, reconocería después el entrenador y valorarían los jugadores.

Lo cierto fue que aquella charla del entretiempo en las entrañas del Monumental de Núñez que parecía instalado en territorio de la República Oriental del Uruguay, y en la que los jugadores iban en busca de caricias, encontró cachetadas de un entrenador que puso a los futbolistas en el lugar en el que los quería y les obligó a concentrarse, despojarse de desatenciones y excesos de demostraciones y destrezas futbolísticas y de confianza, en las que se habían descuidado por la abultada diferencia deportiva y la superioridad en el marcador por los dos goles que Suárez (a los 11 minutos) y Forlán (42) habían convertido.

Todavía quedaba el segundo tiempo, que debía ser un trámite futbolístico, pero Tabárez advirtió que de mantenerse distendidos podría transformarse en un boomerang, y luego en un tsunami.

Ese rezongo, que les sorprendió (y dolió en ese momento a los jugadores), los hizo despertar y volver al punto de concentración que exigía aquel partido. 

Finalmente, con otro gol de Forlán, Uruguay vencería 3-0 a Paraguay, en una de las más refinadas actuaciones futbolísticas y más contundentes en una final de América que le dio a Uruguay la última estrella a nivel continental, le permitió llegar a 15 títulos, a ser el más ganador del continente, a volver a plantar bandera en territorio argentino y a demostrar que al oriente del río Uruguay, una selecta casta de herederos de la mejor estirpe del fútbol uruguayo había dejado otra imborrable huella de un campeón.

 

La Copa América de 2011 tuvo un partido menos que el Mundial. Uruguay avanzó segundo en su grupo. El recorrido estuvo marcado por el sufrimiento, como si fuera la moneda de pago para los hinchas.  Empate 1-1 con Perú en aquel partido que los celestes alinearon a Muslera; Maxi Pereira, Lugano, Victorino, Cáceres; Diego Pérez, Arévalo Ríos; Lodeiro, Cavani, Forlán y Suárez; luego, 1-1 con Chile y 1-0 a México, con ese sabor especial que tiene para Uruguay cualquier triunfo ante Chile, que le dio la clasificación a la celeste.

Los cuartos de final ante el anfitrión se presentaban como un muro alto. Santa Fe había preparado un infierno albiceleste, pero nada apartaría a los celestes del objetivo. Incluso cuando Argentina tenía a su mejor selección del siglo XXI, con el peso de la localía y la influencia de Messi. 

Aquella noche, Tabárez diseñó como siempre que enfrentó al 10 argentino, un sistema defensivo a través del cual escalonaba de tal forma al crack que lo desgastaban y finalmente desvanecían sus mágicas intervenciones. 

Sin embargo, imprevistos alteraban el plan. 

Minuto 2, amarilla a Diego Pérez. Minuto 5, gol de Diego Pérez y sorpresa en Santa Fe. Minuto 17, gol y empate de Higuaín. Minuto 19, lesión de Victorino. Godín, titular y compañero de zaga de Lugano en aquel equipo, estaba con una infección en la garganta fuera del plantel, así que ingresó el cuarto defensa: Andrés Scotti. Minuto 31, amarilla a Martín Cáceres. Minuto 32, amarilla a Tata González. Minuto 38, roja a Diego Pérez y Uruguay queda con 10. De ahí hasta el final, el sufrimiento fue extremo cada vez que la pelota llegó a los pies de Messi, y alivió tensiones con el pitazo a los 120 minutos, tras el alargue. Finalmente, los penales, el 100% de efectividad de Forlán, Suárez, Scotti, Gargano y Cáceres, y el remate que Muslera le atajó a Tévez, le dieron a la selección una histórica clasificación.

Lo difícil había quedado atrás, y el cierre sería con la mejor expresión. Con un Suárez intratable con sus dos goles a Perú, y con la final soñada ante Paraguay.

Suárez fue premiado como mejor jugador del torneo, y fue segundo goleador. Sebastián Coates distinguido como la revelación, y Uruguay con el premio fair play, del que solía estar en las antípodas hasta la refundación que promovió Tabárez, resumen la perfección de la selección que puso a Uruguay en su lugar, en la cima de América.

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